Por Diego Martel Vázquez
Para la Sevilla costalera y como se suele decir, de la ‘gente de abajo’ el que hayan puesto una calle a la familia Ariza y a Juan Borrero, que además de orfebre, ha sido capataz durante muchos años, es motivo de alegría. Se empieza a reconocer por lo tanto una labor y una profesión que durante muchas décadas fue un pilar importante en la celebración de la Semana Santa de nuestra ciudad.
Ya son varios los nombres ilustres que figuran en el callejero de Sevilla, como por ejemplo en una pequeña calle en la misma plaza de La Campana, rotulada con el nombre ‘Capataz Rafael Franco’ en honor a Rafael Franco Rojas, aunque también podría englobar a su padre, Rafael Franco Luque, dos nombres que forman parte de la Sevilla cofrade. También cabe recordar los nombres de las calles ‘Capataz Manuel Santiago’ o ‘Capataz Luis León Vázquez’, dos grandes personas que marcaron un antes y un después en el costalero.
En Triana también figura la plaza dedicada a Salvador Dorado Vázquez, conocido por todos como ‘El Penitente’ y todo esto nos lleva a pensar que por qué no se le hacen más reconocimientos a aquellas personas que dignificaron el trabajo del costalero y los capataces antiguos hasta el punto de que hoy existen muchas personas que anhelan y mitifican esta gloriosa época del siglo XX.
Atrás quedan nombres como los de la familia Bejarano, otros como Alfonso Borrero, Manuel Adame, familia Villanueva o incluso algunos más antiguos que pusieron su granito de arena a la evolución del costal tal y como lo conocemos hoy en día como por ejemplo la familia Palacios, Tarila, Gaseosero, el Seguridad o Barrendero, que según su trabajo era llamado de distintas formas.
Toda esta idea la fundamentamos en que la persona que escribe este reportaje descubrió hace poco que en el municipio sevillano de Constantina existe la calle ‘Costaleros’ y que, en otro pueblo señero de la provincia como Coria, hay una calle llamada ‘Capataces’. Por este motivo nos paramos a pensar en que tenemos la idea en esta ciudad de no reconocer como es debido a personas que son parte de la cultura de Sevilla, que de una forma u otra, son parte de su historia.
La Semana Santa de Sevilla es tan amplia e inabarcable que si nos detuviéramos a plasmar qué personas son parte importante de la historia, habría que hacer varios libros. Por ello nos detenemos en el mundo del costal, que no por ello es menos extenso.
Ni que decir tiene que además de las personas que hemos mencionado antes, hay otros tantos que desde la década de los 70-80 han marcado una época en los martillos y que deberían también ser reconocidos de alguna manera. Ya que nos metemos de lleno en este asunto, ni que decir tiene el eterno debate que suscita el monumento al costalero, una figura sin la cual nuestra semana mayor no tendría el mismo significado.
Aunque la Semana Santa de Sevilla tiene cinco siglos de historia y la forma de cargar los pasos ha ido variando durante las distintas épocas, fundamentado solo tenemos desde finales de siglo XIX y sobre todo el siglo XX. De este modo lanzamos una lanza a favor de rescatar ciertos libros que sirven de sustento bibliográfico para que las nuevas generaciones aprendamos de esa época dorada. Pongamos los ejemplos del libro ‘Martillo y trabajadera de Carmelo Franco del Valle, ‘Léxico de capataces y costaleros’ de Emilio Velázquez Mijarra. Estos dos ejemplares están descatalogados y conseguirlos se plantea una tarea ardua y de un coleccionismo romántico.
En definitiva, toda una amalgama de cultura costalera y de los martillos que son necesarios reconocer y recuperar para que la Sevilla cofrade que tanto disfruta de estas cosas pueda conocer mejor un pasado y conocer quiénes son las personas que figuran en su callejero.
